En El aroma del tamarindo, Armando López Ríos juega con las infinitas posibilidades de las ucronías literarias. El contexto se presta adecuadamente para este género literario al por mayor. La invasión americana a México, a través de sus principales protagonistas, desplazándose por aquellos viejos lugares, que ahora se han convertido en sitios llenos de memoria y honor para la Patria. Sus ambiciones y sus lealtades van en la pluma sorteando diversas complicaciones que los confinan a sus ineludibles destinos. La justicia narrativa, no siempre corresponde a la trayectoria histórica en que se vieron envueltos. Los campos de lo real, de lo histórico, pero sobre todo de lo posible, entretejen en los lectores varios cuestionamientos que tienen demasiadas implicaciones con la sociedad contemporánea.
Armando establece un México que no se ahoga en sus contradicciones, ni en la ramplonería de sus héroes: hay mucho país y demasiado ardor en pro de la justicia, por eso ninguna derrota hace mella en el destino trascendente de la nación mexicana. Y esta premisa se pone en pie con una prosa límpida, con la precisión del amanuense que ha pasado por muchos manuscritos y sabe qué pasajes son importantes. También cuenta con un excelente manejo de la estructura narrativa, que provoca dignamente en el lector un genuino interés. Quizá los aficionados a la historia desmientan algunos hechos, pero es aleccionador saber que las cosas bien pudieron suceder como las cuenta Armando López Ríos en El aroma de tamarindo.
 
Eduardo Villegas Guevara