La lengua amorosa posee la magia del encuentro, del juego perpetuado por los amantes en sus nudos, danzas y locuras. El enamorado nombra la vida y la muerte existentes  en los cuerpos de la fantasía amatoria, revistiéndola  de nardos, aromas  y besos, tal como lo hace en su prosa poética Félix Cardoso. Memoria de la ausencia, estos escritos rescatan del olvido, reivindican a la amada: mujer vital y necesaria como el agua, la piel o el aliento; la transforman en todo cuanto se mueve en el universo del amante, un páramo íntimo donde las voces suenan a canciones privadas, quizás prohibidas,  a preguntas que sólo pueden responderse a través de la contemplación durante noches interminables entre sombras y sueños. La separación, ese temido destierro se vuelve inevitable súplica a la que acude el autor armado en esta ocasión de un  sutil erotismo de tierno goce.
Martha Lujano Valenzuela